El costo regional del conflicto: Israel, Irán y la economía en llamas
Mientras el mundo observa con preocupación el deterioro de la
seguridad en Medio Oriente, la escalada de tensiones entre Israel e Irán no
solo amenaza con incendiar la región desde el punto de vista militar, sino
también con desatar una ola de consecuencias económicas que ya comienzan a
sentirse en los países vecinos.
La guerra, como siempre, cobra múltiples precios, pero el
económico es uno de los más silenciosos y devastadores.
La posibilidad de una confrontación directa entre Israel e
Irán, alimentada por ataques con misiles, represalias aéreas, ciberataques y el
accionar de grupos armados satélites, altera profundamente el equilibrio
regional.
Las economías de países como Líbano, Siria, Jordania, Irak y
hasta del Golfo Pérsico se ven arrastradas por una espiral de incertidumbre que
se refleja en mercados volátiles, caída de inversiones, presión sobre monedas
locales y una creciente fuga de capitales.
Uno de los factores más sensibles es el precio del petróleo.
Irán, miembro de la OPEP y uno de los principales actores energéticos de la
región, podría utilizar el Estrecho de Ormuz como herramienta geoestratégica,
amenazando el libre tránsito de uno de cada cinco barriles de petróleo del
planeta.
Esto ya ha provocado repuntes en los precios del petróleo,
afectando no solo a los consumidores globales sino también a las economías
importadoras de energía en Medio Oriente, muchas de las cuales dependen de
subsidios internos que se vuelven insostenibles con petróleo caro.
Por otra parte, el turismo sector clave en países como
Jordania, Líbano y Egipto, se desploma en cada ciclo de violencia. Las reservas
hoteleras se cancelan, los seguros de viaje se encarecen, y los vuelos
internacionales se desvían o suspenden. El conflicto también paraliza rutas
comerciales y bloquea corredores logísticos esenciales, afectando importaciones
básicas como alimentos y medicinas.
Las finanzas públicas sufren un golpe doble, por un lado, cae
la recaudación fiscal en un contexto de parálisis económica, y por otro, los
gobiernos deben aumentar el gasto en defensa y seguridad interna para prevenir
ataques o contener disturbios civiles.
Algunos países del Golfo, aunque tienen reservas
considerables, se ven obligados a redireccionar fondos soberanos para blindar
su estabilidad y no menos importante es el impacto humanitario, que tiene un
costo directo en los sistemas de salud, vivienda y asistencia social.
La multiplicación de refugiados, desplazados y víctimas
indirectas (por desempleo o pobreza inducida) tensiona aún más economías
frágiles como las de Siria, Irak y Palestina. Un conflicto prolongado podría
generar una nueva ola migratoria hacia Europa y acentuar las crisis sociales
internas.
Mientras los analistas militares calculan el alcance de los
misiles y la eficacia de los sistemas antiaéreos, los economistas regionales
alertan sobre un colapso en cámara lenta, porque, aunque no haya bombas en su
territorio, muchos países de Medio Oriente ya están pagando un precio muy alto
por una guerra que no eligieron.
En Medio Oriente, cuando dos potencias se enfrentan, toda la
región arde y no solo en llamas: también en deuda, inflación y desesperanza.
Edward Holfman
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