Uruguay atraviesa una fase crítica en materia de seguridad pública.
“Uruguay
frente a la violencia homicida: entre la negación y la reacción”
Zona Cero | Columna de Opinión
Uruguay atraviesa una fase crítica en materia de seguridad
pública. El aumento sostenido de los homicidios, muchos de ellos con rasgos de
sicariato y ajustes de cuentas, no responde a hechos aislados ni se resuelve
con operaciones policiales improvisadas. Responde a una transformación
estructural del crimen en el país y exige una estrategia de Estado, no solo de
gobierno.
1.
Inteligencia criminal o ceguera institucional
Uruguay necesita un sistema de inteligencia criminal real,
funcional y descentralizado. Las jefaturas trabajan muchas veces en
compartimentos estancos, sin acceso a información en tiempo real ni análisis
prospectivo. Se debe fortalecer la Dirección de Información e Inteligencia
Policial, incorporar analistas criminales territoriales y mapear de forma
permanente las redes del crimen organizado, sus rutas, sus actores y sus
recursos.
2. Una
policía bien distribuida y motivada
Hoy tenemos más policías que nunca, pero mal
distribuidos y con una moral en caída. La profesionalización no puede ser sólo discursiva,
se necesita formación continua, evaluación de desempeño, y redistribución
efectiva del personal donde más se lo necesita. Reforzar el patrullaje
preventivo y tecnificado y mejorar el trato hacia el propio policía también es
clave para que la fuerza no sea solo reactiva.
3. El
arma como herramienta del poder criminal
El mercado ilegal de armas alimenta la violencia letal. Las
armas no solo matan, envían mensajes. Hay que lanzar un plan nacional de
incautación, trazabilidad obligatoria y control de armas robadas a civiles, policías,
fuerzas armadas y empresas de seguridad. Además, es hora de que el sicariato
sea tipificado como delito autónomo, para desarticular su lógica operativa y
sus redes de encargo.
4. Crimen
organizado, no es folclore, es poder
Las bandas que se disputan territorios en Uruguay o que
exportan violencia desde el narcotráfico regional ya no son meras pandillas.
Son estructuras con poder económico, control social y capacidad de corromper.
Por eso se precisa una unidad interinstitucional dedicada al crimen organizado,
con inteligencia estratégica, decomiso exprés de activos, y capacidad operativa
real.
5. El rol
de la Justicia y la Fiscalía
Sin justicia rápida y eficaz, la impunidad se convierte en
ley. Es necesario especializar aún más las fiscalías en homicidios y crimen
organizado. Los plazos procesales deben ajustarse a las necesidades reales y la
coordinación con la policía debe ser constante, no esporádica.
6.
Recuperar el territorio con patrullaje, cámaras y presencia real
La violencia se instala donde el Estado se retira o no está
presente. Por eso, recuperar el control territorial con patrullaje inteligente,
uso de drones, cámaras con lectura de matrículas y reconocimiento facial no es
opcional, es una prioridad. La prevención comienza por estar, ver y
anticiparse. El conocimiento y contacto con los vecinos y saber los problemas
de seguridad que tiene una zona. El Estado tiene que volver a los barrios, no
con discursos, sino con equipos, presencia y resultados.
7.
Prevenir es intervenir antes, no después, el después ya es tarde.
Muchos homicidios tienen nombre y apellido antes de ocurrir.
Hay jóvenes cooptados por redes criminales desde los 12 años. Las políticas
sociales deben intervenir en esos entornos de forma focalizada, con educación,
deporte, empleo y protección. No es caridad, es estrategia de seguridad.
8. Sin
control interno, el sistema colapsa
La corrupción institucional es el gran facilitador del crimen
local y organizado. Uruguay debe establecer un sistema de alertas tempranas
sobre posibles vínculos de funcionarios públicos con el delito, incluyendo
policías, fiscales, políticos y operadores penitenciarios. Sin una limpieza
interna, cualquier plan es inútil, se boicotea solo.
Reflexión
final
La violencia extrema homicida en Uruguay no es una ola, es
una advertencia. Lo que está en juego no es solo la cantidad de muertes, sino
la capacidad del Estado para mantener el control y garantizar el orden público
y democrático. Se precisa decisión política, coordinación institucional y una
estrategia sostenida, ya no alcanza con discursos ni con números maquillados.
Es tiempo de actuar.
Edward Holfman EHM
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